Capítulo 12



CAPÍTULO 12



NICOLÁS DE ORESME



LÍNEAS GENERALES



Nicolás de Oresme (c. 1323 - 11 de julio de 1382) fue un genio intelectual y problamente el pensador intelectual más importante del siglo XIV. Fue economista, matemático, físico, astrónomo, filósofo, teólogo, psicólogo, traductor y musicólogo. Fue obispo de Lisieux y consejero del rey Carlos V de Francia. Oresme probablemente nació entre 1320 y 1325 en la villa de Alemagne (hoy Fleury-sur-Orne), cerca de Caen, en Normandía. Como dato curioso, la ciudad se llamaba Allemagne (alemán en francés) porque la tribu germánica de los Alamanni en una ocasión protegió el paso que atraviesa el río Orne. Durante la Primera Guerra Mundial la ciudad cambió de nombre por el actual.

Prácticamente no se conoce nada de los primeros años de Oresme.  Se sabe que fue a clase en el colegio de Navarre, perteneciente a la histórica Universidad de París, una institución para estudiantes demasiado pobres para pagar las tarifas universitarias de dicha universidad, lo cual hace pensar que era de familia de campesinos pobres. Oresme estudió "Artes" en París y se graduó en 1342. En 1348 estudió teología en París. En 1356 recibió su doctorado y recibió el título de Gran Maestro (grand-maître) del Colegio de Navarre. En 1364 fue deán de la catedral de Rouen. Alrededor de 1369 empezó a traducir los trabajos de Aristóteles por pedido de Carlos V, quién le concedió una pensión en 1371, y fue nombrado obispo de Lisieux en 1377, cargo que desempeñó hasta su muerte en 1382.

En algún punto anterior a 1355, escribió un tratado sobre ética y economía, en concreto, sobre la producción del dinero. El libro se tituló Tratado sobre el Origen, Naturaleza, Ley, y Alteración de las Monedas, y consolidó su fama como economista para siempre. Como fue escrito en Latín y moneda en ese idioma es moneta, designaremos la obra como De Moneta. Fue inspirado por los sucesivos envilecimientos de las monedas en tiempos de Felipe VI y Juan II. Estas alteraciones de la moneda condujeron al consiguiente colapso del comercio y de las relaciones sociales.

 En De Moneta, Oresme toma el punto de vista aristotélico que una moneda tiene un peso determinado de metal precioso, cuya cantidad y fineza por la estampa de la autoridad que la sella. La moneda no pertenece a la autoridad que la acuña, sino al público que la usa con la pretensión de intercambiar mercancías por medio de ella. El príncipe no tiene derecho a cambiar el estandard o el peso. Cualquier alteración debe ser aceptada por el conjunto de la comunidad. Es de destacar que Oresme no habló en absoluto sobre el crédito o el papel-moneda, que ya eran usados extensamente por los banqueros italianos desde principios del siglo XIV. El papel-moneda (que Goethe acreditó el invento a Mefistófeles) aún no había aparecido para complicar la cuestión.

A Oresme ha sido atribuída la anticipación de la Ley de Gresham, pero no está acreditado que lo escribiera él. El pasaje no está contenido en las dos primeras ediciones y se sugirió que fue añadido en posteriores ediciones por oficiales de la Casa de la Moneda de Flandes. Gresham's law.

Oresme afirma que el dinero son monedas hechas de metales preciosos, oro y plata. Las monedas de oro y plata contienen una determinada cantidad de uno de esos metales preciosos. La diferencia entre un pedazo de oro y una moneda de ese metal es que la segunda está pesada y certificada con el sello de quién la acuñó. El rey, un particular o una organización privada pueden certificarla. En el tiempo en que Oresme vivió el estado ya se había apropiado de la potestad certificadora 1.500 años antes pero Oresme insistió en que la capacidad certificadora no pertenecía al estado sino a la comunidad. Oresme pretendía que la capacidad certificadora volviese a la comunidad y que el mercado decidiese que monedas certificadas son las más apropiadas (las que sobreviviesen) y que tasa de cambio debía haber entre las monedas de oro, plata, bronce y cobre.

El rey obtiene unos ingresos extras sin ningún coste político o social (como le costaría si aumentase los impuestos)  simplemente manipulando el valor facial y real de la moneda. Si el rey disminuye el contenido de oro de una moneda de una libra disminuyendo su cantidad de oro y aleándolo con cobre, pero mantiene su valor facial, de tal modo que en realidad vale la mitad, ha envilecido la moneda. El rey puede forzar a sus acreedores a pagar sus deudas por un valor doble del oro que uso para amonedar, pero para los ciudadanos los mercaderes exigirán un precio doble al envilecimiento de la moneda, ya que la moneda contiene la mitad de oro.

El envilecimiento de la moneda beneficia a quien la acuña, es decir, al rey, pero perjudica al conjunto de la nación. Oresme no para en calificativos como tirano, tiranía y tiránico al referirse al príncipe que altera el contenido y la finura de  los metales preciosos de la moneda, y asegura que una vez que el príncipe ha alterado una vez el contenido metálico de la misma, lo hará más veces, ya que para él no tiene ningún coste. Asegura que el príncipe reducirá de ese modo a sus súbditos a la esclavitud.

La mala moneda desplaza a las mercancías buenas que van a otros países. El comercio y el mercado de capitales se ven perturbado por las alteraciones de la moneda. Nadie prestará dinero si se le devuelve al final del período de préstamo la misma cantidad nominal de moneda (más los intereses), pero esa cantidad nominal contiene la mitad de oro que las monedas que en su día entregó. Los falsificadores de moneda lo tendrán más fácil. Los cambistas, banqueros y especuladores se enriquecerán a la par que el rey, pero el resto de la sociedad se empobrecerá.

Compara el envilecimiento de la moneda con la usura, y esta última sale favorecida. Al menos la usura nace del consentimiento contractual entre el prestamista y el prestatario, pero en el envilecimiento de la moneda se obliga a los súbditos a aceptarla.

Para Oresme el envilecimiento de la moneda equivale a un impuesto, y como este, no debe hacerse sin representación política, aunque no establece como debería ser esta representación. Un buen análisis de Oresme está en esta dirección (se abre un documento word online).

La incansables economistas de la escuela austríaca ha redescubierto a Oresme como un paladín de las libertad en general, y de la libertad económica en particular. La idea de que los particulares o instituciones privadas pueden emitir su propia moneda aún está vigente en la mente de algunos alocados economistas que se denominan anarcocapitalistas. Según muchos historiadores la ruina del Imperio Romano se debió al envilecimiento de la moneda. Pero según otros historiadores el envilecimiento de la moneda lo único que hace es añadirle un valor fiduciario al valor del metal que realmente contiene la moneda, al igual que  hacen los billetes de hoy. El problema es cuando la emisión fiduciaria" (el envilecimiento de la moneda) es excesiva con respecto al valor real de la economía. Esto es lo que genera inflación y, por lo tanto, aumenta las desigualdades sociales. Un poco de emisión fiduciaria no es malo per se porque anima la economía y el crecimiento. Pero mucha emisión fiduciaria es mala porque genera inflación y aumenta las desigualdades sociales. Es como una medicina para el corazón de un enfermo cardíaco: un poco mantiene el corazón funcionando bien; mucho produce la muerte.

El problema del envilecimiento de la moneda es el comercio exterior. Un comerciante extranjero nunca aceptará como pago de sus mercaderías una moneda envilecida. Pero esto tenía fácil solución en aquella época: pagar con oro y plata sin amonedar, es decir, lingotes de oro y plata.

 En lo que realmente Nicolás de Oresme tuvo razón es al afirmar que el príncipe que envilece la moneda una vez y le sale bien, y apenas tiene consecuencias negativas para sus súbditos (porque el envilecimiento es pequeño), repetirá una segunda vez, y una tercera, y sucesivamente. Y cada vez añadirá más metal malo al bueno. Y esto al final creará inflación.

Hoy en día toda emisión monetaria es fiduciaria (un billete no es más que un trozo de papel impreso) y cuando la emisión monetaria acompaña al crecimiento del PIB, no aumenta la inflación. Llevando la opinión de Oresme al extremo, conque en un país se emita un solo billete ya habría inflación aunque fuese mínima. Sin embargo durante la Gran Depresión no solo no hubo inflación, sino deflación, y los billetes seguían existiendo. Sin embargo, si se hubiera emitido más billetes en aquella época, la deflación se hubiera trastocado en una pequeña inflación y la economía se hubiera relanzado.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

"si se hubiera emitido más billetes en aquella época, la deflación se hubiera trastocado en una pequeña inflación y la economía se hubiera relanzado."

¡JA!

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